Agradecida: Una Historia con Cuatro Patas
Mi perrito, Dex Espínola 💛 |
Esta última semana fue una de esas que les llaman "pesadas." Algunos se lo achacan a mercurio retrogrado. Algunos lo justifican con levantarse con el pie izquierdo. Yo prefiero decir que "es la vida," por que la verdad es que por más explicaciones que le busquemos, vivimos en un mundo caído y quebrantado en el que el dolor, el sufrimiento y la tristeza están siempre a la orden del día.
Pero nada, nada de lo que paso previo al Viernes me pudo haber preparado para lo que deparaba el resto de la semana, cuando el veterinario de mis dos perritos nos dijera que teníamos que despedirnos de uno de ellos. Estaba incluso menos preparada para que una hora después que el veterinario nos dijera eso, me llamara mi mamá para decirme que con un último suspiro, my bebé, mi Dex, se había despedido por siempre.
Nosotras teníamos dos perritos Bichon Frisé. Después de haber tenido que dormir a nuestro primer perrito Blackie, prometimos nunca volver a tener una mascota. El dolor al perderlos era simplemente demasiado. Pero una tarde, sin que ni para que, sonó el teléfono de mi casa. Yo era la única alrededor para contestarlo, y fue verdaderamente una llamada que cambió nuestras vidas para siempre. Era mi vecina. Ella quería saber si estaríamos interesadas en tener una perrita, porque sus perritos habían tenido bebes y creían que seríamos una buena familia para una de las crías ¿Será posible?¿Estábamos listas? Le dije que muchas gracias por pensar en nosotras, que le llamaría más tarde después de preguntarle a mi mamá. Recuerdo que me latía el corazón de la emoción. Mi mamá estuvo de acuerdo con ir solo a ver. Sin promesas.
Por supuesto que desde el momento que la vimos nos robó el corazón. Era una bolita pequeñita de pelo blanco, saltando emocionadamente. Ella no tardó ni un minuto en dar por hecho que era parte de nuestra familia. Me saltó directo a las manos, lista para ir a su nueva casa. Sin remedio verdaderamente, le dijimos a nuestra vecina que iríamos a comprarle un platito de agua y comida, una camita y unos juguetes y veníamos por ella más tarde. Era un hecho. Tendríamos una nueva perrita. Nuestra familia había crecido más una: Nina.
La trajimos a casa y recuerdo como saltaba, cómo jugaba, cómo exploraba. El instinto explorador no ha cesado ni siquiera un poquito en estos diez años desde que recibimos esa llamada. Pero, cómo muchos de los que tienen un perrito entenderán, el tener que salir y dejarla sola era una tortura tanto para ella como para nosotras. Aún, en mis peores pesadillas, puedo escuchar su llanto cuando la dejábamos sola así fuera por el más mínimo tiempo posible. Era un llanto de tortura pura. Buscamos mil soluciones para que ella pudiera estar acompañada, y un día se nos ocurrió una idea… y ¿si traíamos a otro compañero perruno con quien Nina pudiera jugar y quedarse en casa? Ya nos habíamos lanzado al agua con una, ¿qué más daba más?
Preguntamos a nuestros vecinos, los papás de los papás de Nina, donde habían comprado sus Bichon ya que en ese momento esta raza no se encontraba en el país. Ellos nos dieron el nombre de su contacto en Miami de donde los habían traído. Nosotras teníamos un viaje en puerta, precisamente hacia Miami. Nuevamente prometimos que iríamos solo a ver. Sin promesas.
Por supuesto que para este punto debimos haber sabido que seríamos incapaces de ir "solo a ver." Entramos al lugar y preguntamos si tenían un Bichon de casualidad, y nos dijeron que había uno solo de una camada de la cual ya se habían ido todos menos él. Creo con todo mi corazón que era así como tenía que ser, él nos estaba esperando a nosotras.
Cuando nos llevaron a verlo, no era para nada la imagen del nuevo perrito que teníamos en mente. Este perrito ya tenía 8 meses de edad. Estaba nervioso, ya era grande, era un tanto visco y respiraba por su nariz - era perfecto. Le pregunté a la señorita si podía cargarlo. Ella lo sacó de la jaula donde había pasado los últimos 8 meses, desde donde solamente había visto a sus hermanitos y hermanitas irse uno tras otro. Desde el momento en el que lo cargué, este perrito se aferró a mi hombro como un náufrago se aferraría a una boya en altamar. Sus uñas, que nunca habían sido cortadas, estaban penetrándome a un punto de dolor. Y, en ese momento supe que nunca más nos podríamos separar, que así hubiera una separación física el lazo que él y yo compartiríamos sería de por vida. Inmediatamente iniciamos el trámite para adoptarlo como propio. No soportaba la idea que estuviera en esas condiciones un día más.
Sin embargo, había un pequeño detalle. Esta fue una de nuestras primeras paradas en el viaje, y aún nos quedaba semana y media de viaje no solo en un hotel que no aceptaba perros, si no que la segunda mitad de nuestra vacación la teníamos programada en Orlando en otro hotel que no aceptaba mascotas. Arreglamos todo para poder seguir llegándolo a ver durante el tiempo que estábamos en Miami, y arreglamos todo para que nos lo llegaran a dejar al aeropuerto el día de nuestra partida para poder llevarlo con nosotras a casa.
A partir de ese momento, todo el resto del viaje giró alrededor de nuestro nuevo perrito. ¿Cómo le pondríamos?¿Se llevaría bien con Nina? Estábamos llenas de preguntas, preocupaciones, pero sobre todo de emoción. Le compramos muchas cosas, lo visitamos todos los días, y comenzamos a hacer dentro de las limitantes que teníamos, todas las preparaciones para que se sintiera en casa desde ese momento. Tuvimos que hacer mil trámites remotamente para poder introducirlo al país una vez regresáramos. Nuestros vecinos fueron una gran ayuda no solo en guiarnos en el proceso, si no en ayudarnos a dar todas las vueltas para tener el papeleo listo.
Comenzamos con escoger su nombre. Después de una deliberación que duró una buena parte de las vacaciones escogimos tres nombres, uno cada una: Dex, Louis, y Conde. Si mal no recuerdo, Conde fue el primero en irse. Esta fue la opción que propuso mi mamá, y estaba basada en el personaje del Conde de Minelli de la telenovela Amor Gitano de Televisa del 99. Nuestro nuevo perrito tenía un gran total de cero "vibras" del Conde de Minelli y por lo tanto quedó descartado. No sé bien de donde surgieron los otros dos nombres, pero al cabo de mucha discusión, decidimos que Louis (pronunciado en francés Lu-i) sería muy complicado en el día a día. Y fue así como quedó Dex. Eran Nina y Dex. N&D. Los ninis.
Llegó el día, después de todo, en que regresábamos a casa y era la primera prueba de fuego. Había que llamar al señor para que llegara a dejarlo al aeropuerto internacional de Miami - a la terminar correcta, en el momento correcto, para nosotras poder todavía comprar su boleto, hacer nuestro check-in, pasar TSA, y abordar con tiempo. Y luego de todo el viaje, al llegar al país, que saliera todo bien para poder finalmente llevarlo a casa con nosotras. El derroche de adrenalina de ese día es indescriptible. Eran muchas partes moviéndose simultáneamente y había demasiado en juego. Pero se logró.
Con muchísimos nervios, logramos llamarle al señor, quién lo llevó a tiempo pero informándonos que durante el trayecto en carro, Dex había vomitado. Lo limpiamos como pudimos y mi mamá y hermana corrieron al mostrador a comprar su boleto. No querían vendérnoslo. En medio de oraciones a Dios y súplicas al gerente de la aerolínea, nos vendieron el boleto y corrimos a las siguientes fases. Logramos llegar a nuestra puerta con un margen de tiempo decente, y lo utilizamos en ir al baño a lavarlo un poco y limpiar su perrerita desde donde nos miraba con temor, confusión, pero mucho amor y esperanza. Desde ese momento, el sabía que nunca lo íbamos a dejar abandonado; que nunca más sufriría mientras pudiéramos evitarlo; que podía confiar en nosotras, algo que hizo ciegamente hasta el final. Quiero creer que honramos esa confianza.
El resto del viaje pasó sin mayores eventualidades hasta que aterrizamos de nuevo en El Salvador. La segunda prueba de fuego. Logramos conseguir el papeleo necesario, y en medio de discusiones y más súplicas a los agentes de aduana, logramos sacar un respiro que no sabíamos que llevábamos más de doce horas reteniendo. Lo logramos. Dex estaba cada vez más cerca de su nuevo hogar. En el camino a casa decidimos pasarlo dejando a la peluquería de una sola vez para que le dieran un buen baño, un buen corte de pelo y uñas, y también para que nos diera un chance de llegar a casa donde Nina y tener tiempo de acoplarla a la idea.
Desde el momento que entramos ella lo sintió. Nos olió y nos olió incesantemente. Sabía que habíamos estado con otro perro. Pero su emoción al vernos, y al no ver al autor de ese extraño olor inmediatamente, se relajó y nos dio la más calurosa bienvenida. Pero esto duró un aproximado de tres horas hasta que llegó el momento de ir a traer a Dex y presentarlos, la tercera prueba de fuego. Lo trajimos a casa y lo pusimos en el suelo frente a Nina. Se vieron. Nina lo olió todito y desde ese momento en adelante él le declaró a ella su devoción incondicional. En lo que ella lo olía, el solamente movía su cola - lo que a través de su vida se volvió su movimiento más característico.
Este fue el momento, sin embargo, en que verdaderamente pudimos apreciar cuánto lo había afectado todo ese tiempo en esa jaula. Dex no podía caminar bien. Sus cebolletas estaban agrietadas. Tenía mucha ansiedad. No podía subir y bajar gradas, y mucho menos sabía jugar. Se desarrollo cognitivo se vio afectado por esto, y hasta su último día nunca aprendió a ir al baño solo afuera, una conducta que si bien muchas veces nos causó frustración, nos enseñó mucho sobre el amor. Lo que otros hubieran podido ver como "defectos," no solo vimos como oportunidades, si no también los vimos como áreas en las que podíamos darle incluso más cariño. Se ama a pesar de. El amor es sacrificial y es paciente. Una mascota es de los ejemplos más sencillos y más puros de esto.
Poco a poco fuimos sanando sus patitas con vaselina. Poco a poco fuimos enseñándole a subir y bajar las gradas. Poco a poco fue entendiendo qué era un juguete y como se usaban. Poco a poco fue entendiendo qué era la grama y cómo correr libremente en ella. Lo que vimos que Nina había instintivamente entendido, para Dex era todo nuevo. Cada paso era incierto. Pero uno de los procesos más gratificantes de nuestras vidas fue ver cómo florecía con cada día que pasaba. Cada día se volvía más él. Cada día desarrollaba más aspectos de su personalidad, deleitándonos con cada nueva gracia con la que salía. Poco tiempo después Dex no solo se había vuelto capaz de correr, subir, bajar, jugar, sino que también se había vuelto ya un miembro indispensable de nuestro núcleo.
Después de aproximadamente un año, Nina y Dex quedaron embarazados, y tuvieron los cinco cachorritos más hermosos que haya visto. Dex no se separó de Nina ni una sola vez durante todo su embarazo. Su gentileza y su paciencia se magnificaron durante esta época como nunca antes. Y cuando estos cinco cachorritos comenzaron todos a crecer, a llorar temprano en la mañana, a comer, a saltar, a morder y a querer jugar, Dex estuvo ahí, moviendo su colita, y felizmente atendiendo a sus hijitos. Todo ese proceso nos mostró tanto acerca del diseño perfecto de Dios en su creación. Ninguna de nosotras sabía bien qué hacer, pero ellos dos adoptaron inmediata e instintivamente su rol de padres y guardianes.
No me alcanzaría el tiempo para contar cada pequeña anécdota que nos trajo risas, lágrimas, que nos conmovió o que nos enseñó algo. Solamente puedo resumirlo en decir que cada minuto de su existencia nos sumó. Cada minuto de su existencia nos mostró cuán desinteresado puede ser el amor de una mascota. Cada minuto de su corta existencia lo pasó dando, dando y dando sin esperar recibir. En cada situación, su colita, en perpetuo movimiento, nos sacaba una sonrisa. En cada lágrima, sus besitos eran como bálsamo en una herida abierta. Era suave, gentil, humilde, perseverante. Y la idea de no ver esto más (personificado en un ser de no más de medio metro) a diario nos llena de un dolor indescriptible.
Unos días antes de que todo esto pasara, escribí la siguiente reflexión para la sección "#AThoughtAMinute" del podcast en el que participo, sin saber que apenas 72 horas después tendría que ponerlo en práctica en carne propia y en carne viva:
"Antes que lo recomendaran todos los gurús de Instagram, los motivadores, coaches personales, e incluso expertos en salud mental, la Biblia ya nos había hablado acerca del agradecimiento en 1 Tes 5:18: den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.
Hablando una vez al respecto, el Pastor de mi iglesia explicó que no es que dábamos gracias POR todo (¿Cómo dar gracias cuando alguien que amas muere; cuando una inocente niña es abusada, o en medio de una pandemia global?) pero, como lo explicó él, si damos gracias EN todo porque al final cada experiencia suma, fortalece, añade a nuestra fe, y nos prepara para ser quienes fuimos creados para ser.
Ahora el agradecimiento es una práctica reconocida. Sus beneficios han sido científicamente comprobados ¿Casualidad? No lo creo. Cada día que vivimos en esta tierra es prestado, como dice el dicho en inglés, "we are on borrowed time." Es muy triste ver como muchos malgastan ese tiempo solamente quejándose, preocupándose, peleando, estando resentidos y privándose de los frutos que el vivir agradecidos puede traer.
Abre tus ojos hoy. Si, tal vez hay cosas a tu alrededor POR las cuales no estás agradecido, pero EN tu situación ¿por qué si puedes estarlo? El solo hecho de poder leer y accesar este post ya es por lo menos una cosa… piensa en al menos dos más. Vas."
Así que acá estoy aceptando mi propia invitación. No le doy gracias a Dios POR que Dex se fue, pero EN esta situación le doy gracias por cada momento en que nos lo prestó. Por cada lección aprendida durante el tiempo que estuvo con nosotros. Por cada vez que por alguna estupidez peleamos entre nosotras, y que por cuidado a él y Nina tuvimos que dejar nuestro orgullo a un lado y unirnos para cuidar de los miembros más vulnerables de nuestro núcleo. Por cada vez que tuvimos que despertarnos a muchísimo antes de lo que hubiéramos querido para llevarlo al baño, porque esto nos enseñó disciplina y sacrificio. Por cada vez que al salir de vacaciones tuvimos que planear y pensar cómo los dejaríamos, porque nos enseñó a pensar en otros antes que en nosotras. Por cada vez que intentamos enseñarle algún truco con premios, que nunca terminó de aprender bien, porque nos enseñó a perseverar y a disfrutar el proceso así el resultado no era lo que esperábamos. Por cada vez que llegamos a casa y estaban los dos listos para recibirnos con el corazón casi de fuera de la emoción, porque nos enseñó a disfrutar de las cosas más simples y a entender que para ser felices en verdad no se necesita tanta parafernalia.
Hoy, mientras oraba, y dejaba mi corazón doliente en las manos de Dios, Él me recordó de los siguientes pasajes que no tenía presentes pero que en su gracia trajo a mi memoria:
Mateo 7: 9-11 "»¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!"
Mateo 6: 25-32 "»Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan."
Al reflexionar en todo el tiempo que compartimos con Dex, me doy cuenta que Dios cuidaba de él. Con cada día que podíamos alimentarlo, en cada ida de emergencia al veterinario, cada vez que hubo alguien dispuesto a cuidarlos cuando no estábamos. Y si Dios lo cuidaba así, ¿cuánto más no nos cuidará a nosotros, que somos sus hijos? Y, si Él nos dio la facultad de que nos importara tanto Dex y Nina para buscar darles siempre lo mejor, ¿cuánto más Dios no nos dará cosas buenas?
Dex y Nina nunca dudaron que nosotras estaríamos ahí para ellos ni que supliríamos sus necesidades. Ellos nunca se preocuparon por si había qué comer mañana. Nunca estuvieron angustiados o afanados por todo lo que había que hacer. Nunca siquiera se preocuparon por si le caían bien a la visita o no, ni por lo que pensaran de ellos. Qué imagen tan linda de la confianza y libertad con la que podemos vivir en nuestro Padre celestial, quien de forma perfecta e implacable, cuida de nosotros.
Sobre todas las cosas, es por esto que doy gracias en esta situación. Por medio de la experiencia completa ser la mamá perruna de Dex y Nina, he podido vislumbrar - así sea de manera sutil e imperfecta - realidades y lecciones importantes sobre la vida, la muerte, el amor, el dolor, la salud, la fe, la amistad, y la familia que nos acompañarán siempre, así como lo hará la memoria del bebé canino más noble que jamás hubiera podido pedir.
Comments
Post a Comment